01/01/2018

Estos últimos años han sido testigos de una renovación historiográfica tendiente a subrayar el rol de los países latinoamericanos en el desarrollo de la Guerra Fría. Siguiendo esta línea, lejos de constituir un actor pasivo, el gobierno democratacristiano de Eduardo Frei Montalva en Chile (1964-1970) hizo prueba de una real independencia diplomática, desafiando la fidelidad estricta a los lineamientos de Estados Unidos y construyendo nuevos puentes con los países socialistas. Es así como la administración Frei, estimulada por el Ministro de Asuntos Exteriores Gabriel Valdés, optó desde temprano por establecer relaciones oficiales con la URSS, así como con otros cinco “Estados socialistas”, propulsando de esta manera los vínculos políticos, económicos y culturales con el “mundo del Este”. Desde 1968, esta voluntad internacional facilitó igualmente el acercamiento comercial con la China maoísta y con la Revolución Cubana, con la cual La Moneda firmó un acuerdo de intercambio agrario, poniendo fin a la política de aislamiento continental contra Cuba decretada en la OEA. La actitud de la diplomacia chilena generó una airada polémica en el contexto latinoamericano y suscitó el reconocimiento de Fidel Castro, quien con anterioridad había atacado violentamente a Eduardo Frei y a su proyecto de “Revolución en Libertad”. Todos estos antecedentes nos permiten constatar que, en gran medida, la política exterior de Salvador Allende tenía sus raíces en la apertura del periodo anterior.